viernes, 11 de septiembre de 2009

Robinson Posada: Entre esquina y esquina hay un jala jala


Por: Robinson Posada
El escritor es a su vivencia

En Medellín hay una comuna
En la comuna hay un barrio
En el barrio meto una cuadra
En la cuadra hay una esquina
En la esquina hay una casa
En la casa hay una sala
En la sala hay una mesa
Y sobre la mesa hay una foto, una veladora y un epígrafe que dice:
Juan Carlos, 8 años desaparecido, tu familia te espera…
Todo esto en la mesa
La mesa en la sala
La sala en la casa
La casa en la esquina
La esquina en la cuadra
La cuadra en el barrio
El barrio en la comuna
Y esta comuna en Medellín.

El escribir, el contar y el escenificar la vida del barrio a través de una poética única como lo es lo urbano nos lleva a cabalgar a otras esferas del recuerdo de la historia y la memoria.
Piedra a piedra como historias escritas y narradas se levanta el barrio.
De sus casa a medio hacer, de sus calles empinadas, la iglesia, la escuela, el centro de salud, tiene una historia, escrita con sudor, con sangre, con esfuerzo, cuya voz ha sido silenciada, dando paso a otras historias que poco o nada tienen que ver con la realidad.
Existe una comuna, una Medellín que aparece en el mapa cuando los días de barbarie la señalan y pronostican un alto raiting en sus emisiones.
En la esquina una exhalación de maría se funde y en él aire se confunde ese aroma que tiñe de alegría el panorama, los parceros en las esquinas con sus juguetes tejen las mañas que ejecutaran después, y la prensa entre artículos de tinta criminal públicamente darán a conocer.

Hay otra comuna que sus habitantes construyen desde la cotidianidad de sus silencios: la playa hermosa donde se han ido apilando retos de viejos naufragios: la violencia, la pobreza, la inseguridad, el narcotráfico, la represión… este es el caldo de cultivo donde crece la rosa y crece el reptil como diría el poeta, una playa que la gente ha querido y decidido limpiar, así mismo como la construyeron: un ladrillo acá, un grito desde terraza a terraza, una señal o morisqueta, una panela compartida, una salsa bailada desde la esquina, el chisme, una teja aquí, una libra de arroz fiada, o un fierro todavía humeante y una sospecha como novela de Kafka y unas ganas inmensas de vivir.

Veo pasar por mi barrio personajes como libros sin leer o sin querer leerse, canciones ya cantadas y unas sin entonar viviendo en el anonimato y en el auto rechazo, ahogados de palabras que le saltan de los bolsillos delatando su fechoría nocturna, poetas tristes, que se las dan de quijotes buscando el amor de una dulcinea que solo aparece cuando el olor de la hierba cala en las entrañas. Personajes amorfos que profanan la lengua y el habla como lo hizo Jarry el patafisico en su época.
Cuando abro la ventana me encuentro con un sin número de historias en vida ya leídas en otrora.
De ver a un Hamlet de barrio preguntándose todos los días por ese ser o no ser; ser o no ser traqueto ser o no ser malo… Romeos de esquina que desde su corcel 175, enamoran a Julietas de tacones defendiendo su amor y su territorio con espadas marca indumil.
A cada rato veo pasar a William chespier de la mano de Otelo hablando del amor y desamor, de encontrarnos en la tienda a una caperucita roja que le llevara a su abuelita de esta unidos unos pasteles con chispitas de sabor para poder así sostener a su familia, o un rin rin renacuajo que sale todas las mañanas muy tieso y muy majo hacer una vueltita, hacer de un cascajo.
Las vecinas en la mañana que barren las palabras dejadas por la indiferencia, en la noche comentan desde sus figuras trópicas el inconformismo con la ciudad, acercándose de gesto compulsivo de las hermanas Papini del escritor Jean Genet; se escucha el grito en la acera como escena hitchcook, la comuna no se horroriza y salta desde el impulso del dolor, una mujer que dándoselas de Lisistrata convence a las otras que la herramienta está en su sexo para encontrar la paz.
Otros que quieren correrle al destino como Edipo y se encuentran la realidad de frente.
En la cantina del barrio llamada (el chochal del mono) nos habla Borges en la voz quebrada de don Jesús, empuñando una cerveza sabor a lunfardo, Porfirio esboza una sonrisa mirando a Fernando soto Aparicio con escoba en mano separar a las ratas de su rebelión, mientras Raúl Gómez Jatin busca una moneda para la rockola.
Julio Cortázar sigue jugando rayuela en la acera metido en sus cuentos, mientras allá la espera ella salvo el crepúsculo.
Y todos sabían que lo iban a matar, contaba el chino alistador de buses, que si la cucha de ese man no le hubiera dejado la puerta abierta se hubiera salvado.
Desde el balcón doña marta peina a Valeria, una niña de 8 que poco o nada pronunciaba palabra hasta ese día que entendió la canción que su padre le cantaba antes de dormir, cada vez que llegaba borracho la desnudaba y le decía: duérmete niña duérmete ya que viene el coco y te comerá.
Desde la esquina, Joani Papini nos enseña la escuela del crimen; los cruces, y las vueltas llega gean genet azarando la plaza con su diario de un ladron; y se arma el aguze y esta disputa se resuelve en la cancha con un cotejo, un picaito de futbol.
El Niche es el árbitro y Carlos Marx y Hegel son los jueces de línea, empieza el partidoy severendo riendaso da Fernando pesooa al balón de letras quien la resive es sabato porque anda cumpliendo lo que de niño se prometió. Marina colasanti esta en las porras con Alejandra pissarnic que avivan este cotejo comunero; Saramago grita gol se persigna y hace Severda chilena,como ochenta vueltas al mundo en un solo grito, mientras Koltes le hace la seña que al final del partido arreglan, paulo coelho tiene el agua lista para el descanso; en un momento sorpresivo vemos como Gabriel de un balonazo es elevado por los aires mientras le salen plumas por la boca, que realismo mágico señores grita el narrador homero desde su iliada.
Y el partido se acaba porque la mama de esquilo lo entra y se lleva el balón, a la final del a celebrar en las escalas de Fernando gonzalez con los cuentos de Samaniego, Esopo y Fontaine, pero al rato sale el cucho que le estábamos haciendo mucha bulla y que nos fuéramos para otra parte.
Y ahí seguimos en el barrio, leyendo y releyendo la literatura que se vive en carne propia sin grandes pretensiones literarias, pero que trasportamos desde los rincones más íntimos del barrio a esos otros lugares todavía no habitados con la cortedad de un solo o varios sentidos en la dimensionalidad propositiva de la totalidad del organismo, manifiesta en una conmoción –emoción que son las voces del barrio.
Porque somos del barrio, los parceros poetas, cuenteros y escritores los protagonistas, a lo más correcto somos meros artista y aunque no figuremos en las famosas revistas nuestro talento urbano salta a la vista sisas.

1 comentario:

  1. Aunque el duro vivir de los barrios populares sea cruel e irrisorio para muchos, el Parcero del Popular No.8.... lo dice todo
    ..."aunque no figuremos en las famosas revistas nuestro talento urbano salta a la vista "

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